La verdad sobre los signos del envejecimiento: no solo las arrugas. También está la pérdida de volumen.
Si pensamos en los signos visibles del envejecimiento cutáneo, inmediatamente nos vienen a la mente arrugas, generalmente más visible en las comisuras externas de los ojos, en la frente, entre las cejas y entre la nariz y la boca.
Pero si lo pensamos detenidamente, nos daremos cuenta de que también hay otro elemento que recuerda de inmediato el paso del tiempo en la piel: la pérdida de volumen; la llamada piel flácida, provocada, entre otros, por la disminución del Ácido Hialurónico presente en la piel y amplificado por agresiones externas (exposición al sol, viento, frío) que afectan la estructura.
El envejecimiento conduce a cambios profundos en la piel: el aspecto del rostro cambia, pierde su plenitud natural, disminuye la elasticidad y el tono. Las mejillas y los pómulos pierden volumen; ¿el resultado? Una expresión más triste y envejecida.
Las causas de este proceso son atribuibles a varios factores: entre ellos, la disminución del contenido en ácido hialurónico, molécula responsable de la turgencia de la piel ya que es capaz de retener una gran cantidad de agua, hasta 1000 veces su propio peso, por lo que cualquier variación de esta molécula conduce a una alteración de las propiedades mecánicas de la piel.
Además de este papel de hidratación, su presencia permite mantener el volumen y la redondez de la piel y su disminución se manifiesta en un rostro que aparece menos lleno, como vaciado.
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¿Qué podemos hacer para contrarrestar la pérdida de tono y volumen?
Dado que existen varios factores que inciden en el envejecimiento de la piel y la pérdida de volumen, también existen muchas estrategias que podemos implementar para frenarlo.
Sin duda, podemos empezar con una "dieta variada y equilibrada, que siempre nos aporte todos los nutrientes necesarios para el bienestar de nuestra piel (especialmente vitaminas y sales minerales)".
No debemos perder nunca una buena dosis de actividad física, fundamental para eliminar toxinas, y evitar estrictamente el alcohol y el tabaquismo.
No olvidemos que también es fundamental proteger la epidermis de las agresiones externas -incluido el sol- con cremas y tratamientos específicos y no descuidar la rutina de belleza, para que nuestra piel esté siempre en las mejores condiciones posibles para afrontar el paso del tiempo. con energía.
Finalmente, recordemos siempre que si ciertamente no podemos cambiar nuestros factores genéticos, podemos actuar sin embargo para modificar nuestros factores de comportamiento; por tanto, la consigna es PREVENIR.
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